Perdona si no te escribo algo bonito y que tengas que
leerlo en mis ojos.
Perdona si no te canto algo que te guste y que tengas
que escucharlo en mi voz.
Perdona si no te digo que sin ti no puedo vivir, porque
ya sé que sí puedo.
Perdona si intento disfrutar mi otra vida, la de cuando
tú no estás. A cambio te dejo que disfrutes la tuya también, la de
cuando yo no estoy. De vez en cuando viene bien.
Perdona si no soy el héroe de la peli que tanto te
gustó.
Perdona si no muero por ti, porque jamás he muerto por
nadie. Y espero que siga siendo así.
Perdona si no te pinto un futuro lleno de colores.
Porque no sé como será. Y además, se me da fatal dibujar.
Si quieres algo de eso, creo que puedes tenerlo. Creo
que aún se oferta.
Lo malo de ello es que puede ser mentira. O peor aún: Puede ser
verdad. Durante un rato.
Yo hace tiempo que no puedo ofrecerlo y, mucho menos,
prometerlo.
En definitiva:
Perdona si no te llamo amor.
Perdona si no hago nada de esto, porque me lo sé de
memoria.
Porque después de ello, lo fácil se complica.
Porque cuando lo que tienes, lo que te ocurre o lo que
te pasa se define, ya solo puede ir hacia abajo.
Como cuando llegas al punto más alto de una montaña. Y
a mí lo que me ha gustado siempre es la escalada, con sus máximos y
sus mínimos, sin llegar al óptimo y tener que ver el vacío que
queda por delante.
Si quieres, si estás a gusto, si te sientes bien aquí,
quédate el tiempo que te apetezca.
Quédate, en serio. O mejor, en broma. Ni siquiera
necesito que te lo tomes en serio, mejor así.
Disfruta, ríe, sonríe. Aquí y ahora. No le pongas
nombre, y mucho menos fecha.
Porque lo que no tiene fecha de inicio, no la puede tener
de caducidad.
¿Para qué quieres todo lo que he escrito arriba, si tienes lo de abajo?
Igual el sacarte una sonrisa tiene más de las 4 letras que cualquier poema.
En todo caso, apuesto que tu sonrisa sincera es más bonita que el mejor texto del mejor autor.
Y, además, cuando llegue el momento, no te preocupes:
Aunque no te llame amor, yo te voy a querer igual.
